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Dolorosas Enseñanzas de la Gran Tragedia

Las instituciones hospitalarias ofrecen el cuidado de la vida y la salud de las personas que se les confían para su atención (tanto en la criticidad como en la rehabilitación o cronicidad) y recuperación. No es descabellado entonces, concluir que el activo crítico más importante es la imagen institucional, en términos de confianza otorgada para desarrollar su tarea. Activo intangible y sumamente difícil de desarrollar, obtener y consolidar. También sumamente sensible a deterioros por malas acciones o consecuencias, dado su impacto directo en las personas usuarias y público en general. Para ello, debemos también comprender fehacientemente qué tipo de usuarios son los que utilizan los servicios. 

Tema no menor, ya que hay un abanico de posibilidades donde hay usuarios que no se pueden valer por sus propios medios por distintas causas (imposibilidades motrices, longevidad, causas psiquiátricas, menores, etc.), y que deben ser objeto de un tratamiento especial para preservarlos a ellos, a los otros pacientes y totalidad del personal. También debemos tener presente que es imprescindible aplicar en el ordenamiento de la circulación interna de la institución, el concepto de pasillos técnicos (sendas internas por donde sólo puede circular personal técnico, médico o enfermería, sendas internas administrativas, sendas de personal de mantenimiento, etc. Ellas deben ser inaccesibles para el público o pacientes), sectores críticos de acceso restringido (unidades de cuidados intensivos, neonatología, quirófanos, etc.), sectores de acceso ambulatorio separados de sectores de internación. 

Debe haber un estricto criterio para regular accesos y circulación. Se debe prever que va a haber sectores que en caso de emergencia son imposibles de evacuar (cuidados intensivos), que conllevarán medidas adicionales de seguridad y equipamiento y que, en caso de necesidad de evacuación general, va a haber personas que es imposible que lo hagan por sus propios medios, debiendo preverse la forma en que dicha actividad se llevará a cabo. 

Es, entonces, particularmente importante no sólo una eficiente confección de los planes de emergencia y evacuación, sino una detallada capacitación de los equipos y sus responsabilidades, y varias prácticas para comprobar los resultados. Las habitaciones deben servir como áreas de refugio, aisladas con paredes de piso a losa, para que se cierren completamente. Para ello, todas las aberturas deben estar correctamente selladas, y deben poder resistir dos horas contra el calor y el humo. El edificio debe tener varias salidas de emergencia, dispuestas para movilizarse de manera horizontal y no vertical (pisos), porque significa una mayor pérdida de tiempo y peligros adicionales.

EL AVISO QUE NO SE TUVO EN CUENTA

Meses antes de la gran tragedia que nos ocupa, un paciente de 19 años, intentó quemar la sala de terapia intensiva y provocó heridas a 50 personas. Fue más que significativo por varias razones: no había una férrea disciplina de seguridad y sectores restringidos (el joven había logrado circular y acceder a sectores críticos, siendo un paciente internado peligroso), demostró la deficiente preparación del personal para afrontar una contingencia (sin simulacros ni capacitación), y quedó al descubierto la profunda falencia estructural de la clínica. También hay responsabilidad evidente de las autoridades estatales correspondientes, ya que había habilitaciones provisorias para funcionar que estaban vigentes incluso en el momento de la gran tragedia, pese a las 46 actas de infracción que se le habían labrado en los seis años anteriores. La advertencia fue pasada por alto, y la clínica se encaminó decididamente a la tragedia. 

LA GRAN TRAGEDIA

El 26 de abril de 1985 por la noche, los seis pisos de la Clínica Saint Emilien, ubicada en Crisólogo Larralde 3990 de Buenos Aires, Argentina, se incendiaron con casi 400 personas internadas. Fue la mayor tragedia en la ciudad, sólo superada luego por el incendio del centro nocturno Cromañón (diciembre de 2004), con falencias muy parecidas y demostrativas de que nada se había aprendido. Murieron 78 personas. El incendio fue intencional, mediante el asperjamiento de alcohol sobre colchones dispuestos en el interior de la escalera principal en el subsuelo edilicio, e inflamación con una llama libre. El fuego se propagó rápidamente a las demás dependencias. Pacientes que habían sido dormidos con sedantes como parte de su tratamiento no pudieron huir de las llamas. Otros hallaron las puertas de seguridad de sus habitaciones cerradas y no pudieron atravesarlas por sus barrotes; lo mismo pasaba con las ventanas. Las víctimas quedaron así a merced de las llamas y del humo. Vecinos horrorizados vieron cómo una enfermera de la clínica se arrojaba por una ventana del tercer piso para escapar de las llamas, envuelta en un colchón, y moría tras la caída. Con el fuego controlado, los bomberos ingresaron al lugar y se encontraron con cuerpos calcinados atados con cadenas a sus camas, un edificio consumido y habitaciones cerradas con trabas. La pericia oficial reflejaba en el expediente judicial, algunos aspectos como éstos:

 • Deficiente instalación de agua contra incendio sin la reserva de agua necesaria y llaves de incendio insuficientes. Dotación de extintores manuales no cubrían los parámetros reglamentarios. 

• Componentes combustibles estructurales: paredes todos los medios de escape horizontales y verticales revestidos de madera pintada, adherida.