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EL CRIMEN EN LOS TIEMPOS DEL COVID-19

La pandemia del COVID-19 prácticamente tomó al mundo por sorpresa. Desde los albores del siglo XX, la humanidad no había tenido que lidiar con un problema global de tales magnitudes, y de efectos devastadores en la economía, sobre todo en los efectos de infección y muerte en los países.

Muchas empresas cerrarán, muchos negocios quebrarán y se perderán millones de empleos. Los gobiernos tratarán de atenuar ambos efectos, el de la salud y el de la economía, unos con mayor o menor éxito que otros. Los empresarios, en general, tendrán que cambiar muchos de sus planes de negocio para enfrentar la crisis y, en otros casos, tendrán que reinventarse a fin de tener un nuevo o diferente negocio que les permita salir adelante como consecuencia de las medidas sanitarias y de los cambios en los hábitos de consumo de la población. En muchos países se establecieron cuarentenas que dejaron en aislamiento a la población, posteriormente, habrá una cuarentena mental en la parte de los ciudadanos, en particular de los más vulnerables al virus.

 

PRINCIPALES DELITOS POR PANDEMIA

El crimen organizado y el crimen común no actúa en forma diferente al mundo empresarial. El confinamiento en los países logró disminuir, en la mayoría de países, los delitos patrimoniales (robo de viviendas, autos, asaltos a mano armada), e incluso homicidios. El crimen fue migrando e intensificando su accionar hacia el ciberdelito, más aún cuando el uso de Internet se ha incrementado por el uso del trabajo desde casa, o por el mismo confinamiento el uso de redes sociales, entretenimiento, series, películas, y otros. El crecimiento de esta demanda incrementó los fraudes electrónicos en diferentes modalidades en cada país, el aumento de hackers, del phising y finalmente del grooming, aunque en este último caso las consecuencias serán posmedidas de aislamiento. También el cierre de fronteras ha logrado la aparición del incremento de la trata de personas, de los cobros por pasarlos de un país a otro.

Ya, en menor caso, también se cambiaron algunos objetivos específicos de acuerdo a una nueva demanda como robos a hospitales, farmacias y a la cadena de suministro de alimentos.

Caso aparte y digno de un artículo particular es el alto incremento de la violencia de género e intrafamiliar en este periodo de confinamiento. Sin duda, habría que revisarlo a mayor profundidad, más allá de las condiciones de estrés a las que a uno lo somete una cuarentena.

En la mayoría de los países, el primer frente de batalla han sido los médicos, enfermeras, técnicos y en general los profesionales de la salud que tuvieron que enfrentar cara a cara al virus, a través de la atención de los pacientes. En muchos de los países de la región Latinoamérica sin ni siquiera las condiciones mínimas de protección personal, dándose muchísimos casos de contagios a ese primer frente de batalla, por tanto generando infecciones e inclusive muertes en el personal de los servicios médicos. 

También por las medidas de cuarentena, en muchos países, las policías y la milicia han sido también el primer frente de batalla en las calles para el control de las medidas de cumplimiento del aislamiento obligatorio, distribución de alimentos, atención de emergencia y control social. También han sido enviados a cumplir esta tarea sin los equipos de protección personal y, por consiguiente, con personal contagiado y bajas por el virus en las fuerzas del orden.

También hay que destacar que en muchos países el crimen organizado suplantó a los gobiernos en la imposición de medidas sanitarias como en las favelas de Brasil, o el cese al fuego de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). La falta de capacidad de un control total en muchos países ha generado acciones concretas del crimen organizado respecto a la pandemia.

Dicho lo anterior, las cuarentenas tienen un final y el aislamiento también. En este artículo lo que pretendo es analizar lo que se viene y me he permitido un pequeño recorrido introductorio, para empezar diciendo que el crimen ha seguido operando de diferentes formas, es decir, siguen siendo organizaciones vigentes, y de otro lado las policías, o las fuerzas combinadas entre policía y milicia vienen muy desgastadas. Voy a enfocarme en Latinoamérica en estos posibles escenarios.

Si bien nadie tiene una bola de cristal para poder decir qué pasará en los próximos meses ni con la pandemia ni con el delito, en este último tema creo que se va a venir una escalada del crimen común y un fortalecimiento del crimen organizado. Hay que tomar en cuenta que el incremento del crimen en formas posteriores a los desastres naturales es un hecho corroborable, por ejemplo, en los índices delictivos posteriores al huracán Katrina o al devastador terremoto de Haití.

 

Los delitos patrimoniales se van a incrementar.

Esto va tener un mayor impacto en la disminución

de la calidad de vida de los ciudadanos ya

que además del temor y estrés de la pandemia,

se sumará el miedo de ser víctimas del delito

 

CRISIS ECONÓMICA Y DELINCUENCIA EN LA REGIÓN

Latinoamérica durante 2020 y parte de 2021 va a quedar muy golpeada en términos económicos, con poblaciones más pobres y vulnerables que antes de la pandemia, con muchos menos empleos. Esta situación agrava más aún las posibilidades de un crecimiento exponencial de la violencia y el crimen. Si ya la región era la más violenta del mundo antes de la pandemia, es muy probable que en ésta se incrementen los índices en muchos países de la región.

Por otro lado, las fuerzas del orden van a venir muy desgastadas, con la moral baja y en muchos casos con el doble rol de orden interno (si bien las cuarentenas terminan, las regulaciones sociales deben seguir siendo controladas ya que se podrán sólo ir abriendo las ciudades a su cotidianidad con restricciones que deben ser acatadas y supervisadas) y de su rol de control del delito como frentes más grandes a su capacidad instalada.

Los delitos patrimoniales se van a incrementar. Esto va tener un mayor impacto en la disminución de la calidad de vida de los ciudadanos ya que además del temor y estrés de la pandemia, se sumará el miedo de ser víctimas del delito, posiblemente van a incrementar en primer momento los robos callejeros, viviendas y autos y habrán objetivos muy concretos respecto a productos de protección personal, farmacéuticos, y sobre la cadena de alimentos. Inclusive se puede llegar hasta saqueos. Esto va depender de la capacidad de cada país de poder atender estas demandas: a menor capacidad productiva y de funcionamiento de la cadena alimenticia, mayor delito en estos rubros. Los demás delitos patrimoniales también se van a incrementar y probablemente con mayor violencia de la habitual.

Hoy en la mayoría de los países las fuerzas del orden están altamente valoradas por los ciudadanos por su labor comunitaria, apoyo en el control social, distribución de alimentos y apoyo en la atención de emergencias. Lo anterior indica que los ciudadanos valoran más los perfiles comunitarios que los represivos, no obstante, esta valoración puede variar dramáticamente si los índices de crimen y violencia superan a los que habían antes de la pandemia.

Este escenario lejos de ser desolador es bastante realista, y la pregunta es: ¿Qué hacer frente a este escenario? Ya que a diferencia de la pandemia, ya no debería ser una sorpresa. Sin profundizar hay algunos ejes que deben ser tomados en cuenta y que permitan que la región no siga creciendo en las cifras de violencia:

• Mayores y más eficientes asignaciones presupuestarias a las fuerzas del orden.

• Los gobiernos deben ser conscientes que, si bien el foco principal es la salud, el segundo frente es la seguridad ciudadana y el orden interno, no sólo se trata de asignar más recursos, sino de hacerlo en forma inteligente. 

• Planificación y manejo de escenarios.

• Las crisis se autodefinen como un permanente cambio, se requiere planear y contrastar permanentemente los resultados, la toma de decisiones debe ser sumamente rápida en un momento de crisis. Los sistemas de información deben ser mejorados.

• Cambios de paradigmas en las policías, un enfoque más comunitario, fortalecimiento de las labores de inteligencia territorial y prevención.

• El manejo de una crisis sanitaria de largo periodo requiere de generar lazos de confianza y de respeto a las autoridades, el enfoque comunitario tiene una ventaja en este aspecto, también es necesario incrementar la inteligencia en los territorios debido a que permite desarticular bandas y prevenir actos violentos, finalmente hay que trabajar mucho en prevención, van a haber muchos jóvenes sin empleo, programas preventivos orientados a la formación y colocación laboral son, sin duda, imprescindibles.

• Mejorar la articulación entre las policías y las fuerzas militares para el trabajo conjunto.

• La pandemia ha hecho que muchos países de la región hayan utilizado a las fuerzas armadas para el control interno, control de fronteras, apoyo logístico, hospitales militares, entre otras muchas labores, más en el caso particular del orden interno se necesita una coordinación muy estrecha para que el trabajo sea efectivo.

• En casos de pérdida del control, instaurar restricciones del tránsito en las noches, horarios de inmovilización.

• Si el incremento de la delincuencia se vuelve inmanejable es recomendable dictaminar el aislamiento social en horarios nocturnos, esto frenaría el crecimiento exponencial y daría un respiro a las fuerzas del orden.

• Liderazgo, espíritu de cuerpo y moral.

 

Las fuerzas policiales en una pandemia incrementan como cualquier ciudadano su temor a la enfermedad, así como el estrés del contacto permanente en el control de los espacios públicos, se requiere de un fuerte liderazgo, que incentive el espíritu de cuerpo que es su expresión más básica de las fuerzas policiales de proteger y servir, y dar permanente asistencia para mantener alta la moral, esto también discurre por darles las mejores condiciones de trabajo posibles.  

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