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LA CRIMINOLOGÍA DEL SIGLO XXI: CONSTRUCCIONES, DISPUTAS Y DESAFÍOS

INTRODUCCIÓN

En el presente trabajo se busca reflexionar sobre el estatus científico de la criminología, tema cuestionado desde su origen, aún en debate sobre diversas aristas entre mirarla como hipótesis de trabajo, disciplina, rama del derecho penal, recopiladora de estudios, acumuladora de teorías, o las parcelas por las que atraviesa, con miradas psicologizadoras, sociologizadoras, jurídicas, psiquiátricas, etnográficas u otras, o también llamadas teorías criminológicas (Ayos, 2014; Cid Moliné y Larrauri Pijoan, 2001), que no son en su mayoría, hechas por criminólogos de primera formación, y algunas otras, no estaban del todo en su esencia la búsqueda de explicaciones criminales; por ejemplo, la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, o la teoría social de Émile Durkheim, entre otros.

Por último, se presentan áreas de posibilidad para su desarrollo en el presente siglo XXI, tan diverso en conductas violentas y tan necesitado con urgencia de conocimientos, propuestas y soluciones para intervenir en las áreas que se vulneran en la sociedad (Castillo Barrantes, 2008). Por lo cual, son desafíos pendientes en la reconstrucción de una criminología especializada, su teoría y práctica, dinamismo y vigilancia epistemológica (Di Caudo, 2013).

DESAFÍOS ACTUALES: PENDIENTES PARA LA REFLEXIÓN Y ACCIÓN

• La especialización de la criminología. Se apertura con la siguiente pregunta: ¿Cómo el criminólogo puede participar en la creación del futuro? Son muchas las áreas en las que una criminología independiente podría desenvolverse con mayor libertad si tuviese un corpus teórico sólido, agrupado y no aislado, de conocimientos en diversas materias: la cibercriminalidad, en lo ambiental, educativo, científico, femenil, bienestar social, desarrollo humano, corporativo, estadística, infanto-juvenil, entre otros. Esto conduciría, como primer punto y más importante, a la especialización, y por otro, este proceso también estaría conducido a “transformar el progreso de los conocimientos en innovaciones generadoras de nuevos empleos y empresas” (Delors, 1996, p. 99), mediante un “proceso de descubrimiento, indagación y experimentación [...] asociado a las relaciones productivas” (García- Vera, 2012, p. 688). Se puede tomar de referencia el pensamiento de Dewey para el progreso especializador de la criminología, teniendo como premisa que este “debe tener en cuenta la adaptación de los estudios a las necesidades de la comunidad de la vida existente, debe realizar una selección con el fin de mejorar la vida que vivimos en común de modo que el futuro sea mejor que el pasado” (citado por García-Vera, 2012, pp. 688 y 689). Los saberes deben evolucionar, y no sentarse en la mera reiteración de conceptos, tampoco en la transmisión y repetición de prácticas obsoletas o antiguas, que se han convertido en rutinarias y sin progreso. 

El criminólogo se ha enfocado en muchas tareas físicas, pero con poca producción intelectual innovadora (Cantú Mendoza, 2015; Delors, 1996). Su maduración y especialización consistirá en psicologizar, sociologizar, biologizar los problemas criminales y desmembrar áreas especiales en su explicar y actuar, pero con validez epistemológica y veracidad, lo que lleva a procesos filosóficos complejos.

Señala Marcuse que: “El artesano y el comerciante, el capitán y el médico, el jefe militar y el hombre de estado, todos deben poseer el conocimiento adecuado para sus especialidades, a fin de poder actuar de acuerdo con las exigencias de la respectiva situación” (Marcuse, 1967). La utilidad práctica de los resultados de investigación especializada puede no percibirse inmediatamente, pero no deben descuidarse ni desesperarse, la investigación debe orientarse para la formulación de soluciones sociales en todos los campos (David, 1990).

La criminología se ha detenido en un área de comodidad o confort en la que aquellas ciencias le brindan un conocimiento sobre su principal objeto de estudio, sin generar a su interior explicaciones propias que se ordenen en campos ramificados provenientes de la misma criminología. Reflexiona Delors (1996) que “el progreso de los conocimientos se produce a veces en el punto en que confluyen disciplinas diversas” (p. 98). Por lo que tales experiencias podrían ser aprovechadas por la criminología para reelaborar y reorientar los conocimientos en áreas especializadas.

• Estudio de los factores criminógenos y su comunicación con los planificadores de políticas de mejoramiento social. El criminólogo nunca deberá perder de vista la función como agente cultural de cambio, esto nos lleva también a un compromiso más adherido con la sociedad y sus ciudadanos, saber hacer y proponer ante las situaciones de incertidumbre que se presentan en los diferentes espacios políticos a nivel mundial, “la violencia que impera en el mundo contradice la esperanza que algunos habían depositado en el progreso de la humanidad” (Delors, 1996, p. 103). Estamos en situaciones que nos vuelven rehenes y a veces observadores impotentes de los problemas, se despliega un horizonte bastante negro (Delors, 1996).

Diversos problemas imperan en el presente comienzo de siglo, guerras comerciales entre naciones, autoritarismo político, ausencia de democracia en la toma de decisiones electorales, abuso de poder político, que lleva a indiferencia de las necesidades sociales, reprimiendo a través del castigo, repudio a la aceptación de ayuda internacional, intolerancia al diálogo, a la escucha (García-Vera, 2012). Aumento de precios en servicios básicos, retiro de apoyos económicos, sociales, de salud, entre otros, lo que agrava las tensiones. Estamos en un momento histórico, donde tenemos instrumentos jurídicos y doctrinas de pensamiento que invitan a la paz, pero ocurre lo opuesto, impera la violencia.

Las situaciones anteriores, nos aproximan a los factores de riesgo asociados a la violencia, marginación, desigualdad, por lo que es importante acercarse a los agentes del Estado como planificadores de las políticas sociales y hacerles conscientes del conocimiento del otro, que, primeramente tome conciencia de sus semejanzas y diversidades, pero sobre todo, de las necesidades que son diferentes según los sectores que compone la sociedad, los agentes del Estado deben atender a todos en la posible medida de igualdad de interés. Apunta Delors (1996): “Sólo entonces podrá realmente ponerse en el lugar de los demás y comprender sus reacciones” (p. 104 y 105), y sólo así, podrá tenderse a objetivos comunes.

Los factores de riesgo son múltiples, por lo tanto, las soluciones e intervenciones deben ser del mismo cobertizo, cubriendo cualesquiera que sean aquellos, que de por sí, pueden notarse demasiadas, por lo que un conocimiento amplio de los factores inherentes en cada cultura o sociedad, permitirá trabajar sobre las propuestas integrales, con visión holística, acompañado de aquella acumulación de conocimientos, organizados en el qué ver criminal.

• La investigación. Reflexiona Di Caudo (2013) sobre las tendencias polarizadas que existen en el campo profesional con teóricos de escritorio que realizan investigaciones que se perfilan para ser soluciones, pero no llegan a lo pragmático. Mientras, los docentes (si no son aquellos investigadores), están preocupados por enseñar cuestiones prácticas, así, en ciertos opuestos con formas de trabajo cotidiano que no se comunican entre sí. Y como egresados en el campo, en el medio, un conjunto de pragmáticos que apenas utilizan una breve fundamentación teórica para justificar técnicas, prácticas novedosas, pero sin reelaborar el conocimiento (Di Caudo, 2013).

El ideal en el avance de la criminología del siglo XXI sería una serie de actos “de coherencia entre discursos de vanguardia y realidad, de sujetos [...] diversos cooperando y construyendo conocimiento” (Di Caudo, 2013, p. 35). Cabe repensar a la criminología con fronteras abiertas, que permita ser interrogada en su producción de conocimiento y en su pertinencia, visto como el valor social agregado relacionado con el impacto social que ésta dé en la transformación de la sociedad (Cantú Mendoza, 2015). Hay que potencializar todas las áreas de la criminología, sus fuerzas, oportunidades, destrezas, competencias en beneficio de la sociedad, que sería el fin último de la pertinencia.

Es preciso trabajar sobre dos áreas específicas: la criminología teórica y la criminología científica, la primera otorgará fundamento a todo su ejercicio que permita identificar, conocer, explorar, aprender del crimen y sus manifestaciones a través de diversas teorías que puedan ser aplicadas al problema, pero en específico, en ordenarlas en teorías de la criminalidad, dado que las explicaciones se encuentran aisladas y no propiamente organizadas en textos o manuales guías, como premisa de la educación de calidad. La segunda, se ocupará de los procesos de generación del conocimiento, con validez y veracidad.

Propone Di Caudo (2013): “No estamos proponiendo necesariamente que los teóricos hagan práctica y que los sujetos del cotidiano escolar hagan investigación, pero sí que la teoría se construya vinculada al terreno práctico y que la práctica no desentienda que [...] tiene una construcción epistemológica que debe ser conocida” (p. 42). La cooperación científica, inter y transdiciplinar ayudará a comprender la importancia de lo que debemos hacer.

CONCLUSIONES

La criminología recolecta saberes de diversas ciencias, pero en su búsqueda de maduración, el replantearla en su producción del conocimiento, debe dar luz sobre áreas de oportunidad que generen nuevos saberes con rigor científico. Los criminólogos están en oportunidad de provocar grandes cambios sociales, basados en estudios serios, inter y transdiciplinarios que contribuirán al crecimiento endógeno de la misma criminología, así como al impacto y pertinencia social. Se ha reconocido que la investigación se requiere para conocer aquellos factores de riesgo, que implican ser obstáculos, pero también oportunidades; es decir, vistos como factores de cambio social en la medida posible de contribuir a la reducción del impacto de los efectos de la criminalidad. Los criminólogos deben atender a las expectativas sociales mediante un diálogo y trabajo abierto con los planificadores de políticas sociales, que contemplen las necesidades de salud, educación, vivienda, desarrollo empresarial, legislativa, etcétera, y reducir la brecha entre problemas y soluciones reales (David, 1990).

Una versión más completa de este artículo está disponible en: La criminología del siglo XXI: Construcciones, disputas y desafíos, Magazine de las Ciencias: Revista de Investigación e Innovación, vol. 5, núm. 5, Ecuador, pp. 42-55, ISSN 25288091. Recuperado de https://revistas.utb.edu.ec/index.php/magazine/article/ view/734/639.