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CRIMINOLOGÍA Y POSITIVISMO, ENLAZAMIENTO PARA LA ORGANIZACIÓN SOCIAL

INTRODUCCIÓN

La corriente del positivismo nace de Augusto Comte, postulando momentos en los que el entendimiento humano va abordando los fenómenos que le rodean para interpretarlos. Esos momentos están acompañados de etapas de construcción del conocimiento, donde pasa por la percepción y autodescripción basado en sí mismo o los conocimientos previos, para luego ir avanzando en la comprensión hasta llegar al punto donde se tiene contacto directo con lo que se quiere conocer.

César Lombroso empleó el método positivo en auge de la época mezclado con sus estudios de formación de medicina, así, en los inicios de sus estudios, observaba ciertas minorías en las cuales resaltó la atención en aquel periodo también por la conocida evolución de las especies que postuló Carlos Darwin.

Enrico Ferri, al no notar claridad en las clasificaciones de Lombroso, se propusieron enfocarse en los criminales, así la aplicación del método positivo experimental sería una aproximación considerada comprobable a los ojos de los requisitos positivistas, tradición que se legó al tiempo en el que se busca estar en contacto con lo estudiado o técnicas de interpretación precisa para la comprobación de los resultados.

Por otra parte, los alcances del positivismo están en la organización, con lo que aplicado al campo filosófico y político, a través de éstas en sus ramas positivas, buscan el poner orden a las cosas, lo mismo en la criminología positiva, busca la reorganización del caos social a través de la propuesta a los elaboradores de las políticas públicas.

EL POSITIVISMO EN LOS INICIOS DE LA CRIMINOLOGÍA SISTEMÁTICA

A la par de los estudios publicados de Darwin, Lombroso (médico), quien hoy es considerado como “Padre de la Criminología”, en su época realiza estudios sobre la tendencia biológica hacía la criminalidad, ganando gran popularidad en el tiempo donde el biologismo logró empoderarse, principalmente en la figura de Darwin (Narváes, 2005), llevando a que la atención se volteara a la evolución o involución de las especies, renunciando de cierto modo a las visiones teológicas de la concepción del todo en la vida, parte importante también del positivismo de Comte (Marías, 2017).

Con la clasificación de las ciencias o la enciclopedia de las ciencias de Comte (Marías, 2017), parte de la supremacía biológica se deriva de la importancia que éste atribuye a tal, siendo de las seis ciencias básicas más importantes, la penúltima, antes de la sociología, la biología, por lo que la explicación de la criminalidad, se realizaba a través de técnicas de las ciencias naturales y el método científico (Narváes, 2005).

Se usaba como modelo médico el referirse a la sociedad como un cuerpo, que podía enfermar, así, la criminalidad, es una patología social, una enfermedad. De entonces que surgieran términos compuestos como profilaxis criminal, patología social (Mimbela, 1960, p. 151), psicopatología del delincuente (Ingenieros, 1906).

Con la búsqueda de explicaciones al problema de la criminalidad, se adoptó el término de escuelas, propio del positivismo, refiriéndose a la sectorización de los conocimientos teóricos y discursos (Narváes, 2005), por lo que surgieron las llamadas escuelas del derecho penal y/o escuelas de la criminología, como un conjunto de saberes que explicaban desde diversas ópticas el fenómeno de la criminalidad, siendo una de éstas la titulada Escuela Criminal Positiva, fundada por Ferri, opuesta a la escuela Clásica.

Así, la criminología como ciencia sistematizada nace en aquel ambiente comtiano, mediante el cual, urgía una necesidad de utilizar el método científico para todo, con lo que se llegó a sinomizar que todo lo que era positivo, es científico, a la criminología le antecede la antropología criminal (también encontrada en su momento como criminología biológica), que luego se convirtió en criminología positiva.

De inicio, así como Darwin a las especies animales, Lombroso a la especie humana, distinguiendo la competencia entre hombres, mujeres, niños de adultos, blancos de negros, donde la jerarquía, auguraba la supremacía sobre otros, por ello se refería a una antropología (Narváes, 2005).

Aquellas especulaciones (teológicas) sobre el criminal, fueron trascendiendo (metafísica) (Marías, 2017) a la observación directa por parte de Lombroso a restos óseos de sujetos que en vida, fueron delincuentes, por lo que se afirmaba la observación directa, más allá de la especulación que proponía el derecho con afirmaciones sobre la supuesta voluntad y conciencia en los actos criminales por parte de sus ejecutores, mientras, las posturas jurídicas atribuían carácter de voluntad en el delito, Lombroso señalaba causas internas que predeterminaban su comportamiento.

Posteriormente, Ferri (autor de Socialismo y Ciencia Positiva) y Raffaele Garófalo se unen a los estudios de Lombroso, teniendo otra visión de este último, el primero, al ser este jurista, sociólogo y antrópologo, mientras que el segundo, criminólogo de formación jurista, permitieron autocorrecciones en la teoría explicativa de la criminalidad, pasando por el plano biológico al sociológico, juntando ambos. Aquellos estudios italianos, traducidos luego al español de España, permitió la llegada a México del positivismo criminológico (Narváes, 2005).

FILOSOFÍA CRIMINAL Y EL MÉTODO POSITIVO CRIMINAL

Salgado García (2010) postula al sujeto antisocial como punto de partida para las reflexiones en torno a la filosofía criminológica, se refiere al “ser antisocial”, y engloba en su estudio a la pena, su ejecución, resocialización, reclusión, y el origen, naturaleza, generación del crimen. En este sentido, la filosofía criminológica organizará los conocimientos referentes a lo criminal como cuerpo de conocimientos para el entendimiento y transformación sobre la génesis trabajada y las necesidades individuales y colectivas.

“En el aspecto más sistemático, la nueva filosofía asigna directamente, como destino necesario, a nuestra existencia entera, a la vez personal y social, el mejoramiento continuo” (Marías, 2017, p. 40).

Por otra parte, la adaptación del método positivo al estudio criminal, deriva en la observación y experiencia, así los primeros positivistas criminólogos, miran al delincuente y el entorno que le circundaba para comprender sus motivos, le llamaron “método experimental”, por tener objetos de estudio observables, estadísticos, frontales, no aislados, sino casos, sobre lo cual sostenían la construcción del conocimiento (Galfione, 2012).

POSTULANDO AL POSITIVISMO PARA LA PREVENCIÓN DEL DELITO Y ORGANIZACIÓN SOCIAL

El positivismo, en sus diversas acepciones y atributos, busca ordenar el caos existente; es decir, lo opuesto a lo negativo, sino a organizar, a construir (Marías, 2017, p. 20). En particular razón al ámbito de la política criminal, se busca ordenar la destinación negativa que la política en general tiende ahora, a reconstruir la moral, a la misma política, erradicar la corrupción y la incompetencia de los líderes políticos (Núñez Carpizo, 2010, p. 370), donde en este ejercicio, pocos en la población son los interesados en la política, sino los que se benefician de ésta y forman parte de la misma (Marías, 2017).

La criminología positiva “buscó establecer lo más claramente posible el status del criminal a fin de poder controlar el aumento/disminución de la criminalidad, una aspiración que llega cargada de necesidad hasta nuestros días” (Narváes, 2005, p. 163). En el actual, se distanció el sentido de progreso, siendo una premisa que “el destino necesario de todas nuestras sanas especulaciones para el mejoramiento continuo de nuestra verdadera condición, individual y colectiva, en lugar de la vana satisfacción de una estéril curiosidad” (Marías, 2017, p. 29), pero en la política actual, se va por camino opuesto.

El contexto mexicano requiere urgentemente una reorganización, que vista desde el positivismo, constituye el camino al verdadero mejoramiento de la humanidad. A pesar que hace poco más de 100 años a través de Porfirio Díaz se introdujo el positivismo en México (Núñez Carpizo, 2010, p. 370), estamos en un momento de involución, con descontrol en muchos aspectos de la vida, donde la educación popular o vulgar es predominante, alejándonos del conocimiento científico, sistemático, comprensible, que nos permita salir del individualismo, y unirnos al interés colectivo de progresar de manera ordenada, ocurre lo opuesto.

De tal modo, una filosofía positiva busca “estimular y consolidar el sentimiento del deber, desarrollando siempre el espíritu de colectividad” (Marías, 2017, p. 48). Tal es la importancia, como se indicó a la similitud médica de la sociedad, de aislar o eliminar a los elementos nocivos que provocan la criminalidad.

“Los factores que intervienen como causas de la actividad delictuosa son variadas: el clima, la pobreza, la miseria, el analfabetismo, etc.” (Orellana Wiarco, 2007, p. 162). La filosofía positiva aporta un conocimiento organizado de la realidad, cuyo producto debe ser tomado por los líderes políticos para orientar a cambios sociales que lleven al progreso de la sociedad, actualmente, como hace 100 años, México es tierra fértil para instaurar un pensamiento positivo comtiano (Núñez Carpizo, 2010, p. 374). Anteriormente, el conocimiento filosófico era atribuido a los sabios, políticos, doctores, abogados, como agentes culturales de cambio, siendo hoy necesario retomar el saber y destinarlo de manera reconstructiva.

Considerando una política social reconstructiva, “nada verdaderamente grande puede emprenderse, ni para el orden, ni para el progreso, por falta de un (sic) filosofía realmente adaptada al conjunto de nuestras necesidades” (Marías, 2017, p. 36).

Partiendo del análisis de estas necesidades, sectorizándolas para atender aquello que se ha descuidado y vulnerado, interviniendo en las relaciones familiares, grupos sociales, la educación y valores cívicos, religiosos, el empleo, vivienda, urbanidad, salud, grupos sensibles al riesgo, entre otros factores que promuevan la violencia (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, 2007, pp. 292 y 293).

CONCLUSIONES

Someramente se mostró la articulación del positivismo con la criminología, siendo que con los conocimientos que en ésta convergen y el ordenamiento que ella puede dar, busca la organización social, mediante el conocimiento del fenómeno criminal, visto desde diversas ópticas de las ciencias que han tomado en su objeto de estudio, los temas de criminalidad, violencia o antisocialidad. El fin último de esto, es proponer soluciones a los operadores de las políticas sociales, para con el saber de la dinámica social y sus problemáticas, buscar vías de regeneración del tejido social y humano.