Seguridad en América | Post

HISTORIAS DE MIEDO, DE SENSIBILIZACIÓN Y ACTUACIÓN

Hace unas semanas un grupo de amigos iba trasladándose felizmente en un lujoso auto por una de las zonas más exclusivas de una ciudad en Latinoamérica. Repentinamente detenidos en un semáforo, con arma en mano, dos delincuentes irrumpieron su tranquilidad rompiendo las ventanillas laterales del vehículo para robar sus pertenencias (relojes, celulares y carteras). Unos cuantos segundos duró el hecho y frente a la mirada de otras personas y automovilistas que ahí pasaban.
    Sin embargo, no todo terminó ahí, más tarde los delincuentes, a través de las aplicaciones de los equipos telefónicos robados, comenzaron a intentar pedir costosos productos por medio de las aplicaciones de entrega a domicilio. Así también, enviaron correos electrónicos a los “ex-dueños”, amenazándolos si daban parte a la policía, o si bloqueaban sus tarjetas bancarias o teléfonos celulares; además de pedirles dinero en efectivo a cambio de no hacerles daño, porque “ya sabemos donde viven, donde trabajan y quiénes son”.
    Desafortunadamente, este es un ataque típico de la delincuencia común y de cómo ha ido evolucionando, también con el uso de la tecnología para sacar el máximo provecho a sus víctimas. No sólo limitándose al robo inmediato de sus pertenencias, sino maximizando los impactos y beneficios con una misma víctima.
    En otro caso, en una carretera solitaria (de peaje) en Latinoamérica, iban circulando un par de amigos por la noche. De repente algo había en el camino que reventó uno de sus neumáticos y decidieron detenerse a los pocos metros. Al bajar del auto, de entre la maleza salieron tres delincuentes con pistola en mano haciendo un par de disparos de advertencia al aire, avisándoles que era un asalto. Una de las víctimas se bloqueó psicológicamente por completo y los delincuentes incluso tratando de calmarlos, les dijeron que sólo querían sus pertenencias y dinero, que no les harían daño.
    Los retuvieron unas horas en el mismo sitio, revisaron y extrajeron todo lo que había de valor en el auto y después, les pidieron sacar sus teléfonos celulares para localizar las aplicaciones de los bancos. Acto seguido les obligaron a dar de alta una cuenta de depósito para posteriormente vaciarles las cuentas. Un rato después dijeron entre ellos ”ya vámonos porque ya va a pasar la Guardia Nacional”. Las víctimas también lograron huir, pero no dieron aviso a ninguna autoridad de lo sucedido.
    En otro caso, en una cadena de autoservicio, una mujer realizaba sus compras de manera solitaria y tranquila, hasta que intempestivamente ya estaba rodeada de otras tres mujeres quienes comenzaron a actuar de manera extraña junto a ella; la confusión en la que se vio involucrada le impidió reaccionar. Las tres mujeres luego se retiraron por caminos diferentes. Poco más tarde se dio cuenta de que su cartera ya no estaba dentro de su bolso y entonces todo lo anterior tuvo sentido.
    Más tarde pidió apoyo al área de servicio al cliente de ese lugar para la identificación de las delincuentes y poder recuperar sus pertenencias, pero ahí poco pudo lograr. Inmediatamente vinieron intentos de compras con las tarjetas bancarias robadas (algunos intentos fueron exitosos), hasta que logró cancelarlas. Eso independiente de la pérdida de sus documentos y objetos personales que le llevará sin duda semanas o meses en recuperar. Lamentablemente otro ataque típico de delincuentes en estos sitios o en otros espacios públicos.

¿QUÉ PODEMOS HACER PARA EVITARLO?

Estar alejado de este tipo de notas podría ser una decisión, pero eso no va a hacer que los riesgos se reduzcan o que se eliminen, ni que los delincuentes abandonen sus “trabajos”.
    Entendiendo que la prevención es en cada persona una elección, un comportamiento, un hábito, se hace imperativo que las personas estén informadas y que sean capacitadas en comportamientos de seguridad y autoprotección. Resulta importante saber cómo anteponerse ante este tipo de situaciones y que estén actualizados, informados sin paranoia, en las técnicas que utilizan los amigos de lo ajeno para lograr sus objetivos, mayormente económicos. La prevención es la mejor defensa, evitar que este tipo de situaciones sucedan.
    En este sentido las organizaciones mucho pueden hacer en ello, poniendo a disposición de sus colaboradores el conocimiento necesario para evitar ser víctimas.
    Hoy en día, en diversas regiones del mundo donde las tasas de criminalidad son muy altas y los retos de seguridad mayores, se requiere tener una conciencia situacional en nuestros ambientes, laboral, social y familiar, así como lo que hacemos entre éstos. Por supuesto, también detrás de la pantalla de la computadora, donde los delitos cibernéticos y digitales crecen a tres dígitos porcentuales por año.
    La seguridad personal y familiar se conforma de una serie de hábitos y comportamientos preventivos, individuales y colectivos, que coadyuven a disminuir la probabilidad de ser víctima de un delito.
    Cambiar el ser víctimas para ser corresponsables de nuestra seguridad es una premisa. Estoy seguro que al tener comportamientos más preventivos, reduciremos de forma importante los riesgos y lograremos tener vidas más tranquilas y seguras. La seguridad es multifactorial y enseñar a las personas a autoprotegerse parece necesario. La decisión es nuestra

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