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SEGURIDAD EN CONJUNTOS HABITACIONALES

Los conjuntos habitacionales constituyen un microcosmos de la sociedad, con un perfil de diversidad, complejidad y heterogeneidad de personalidades, costumbres e intereses compartiendo y conviviendo en un mismo espacio, con un potencial inevitable e ineludible de conflictos que alteran el orden y tranquilidad de la comunidad, y por ende involucra la intervención del personal de seguridad, lo cual requiere de habilidades muy particulares, en especial de interacción personal.

Un conjunto habitacional consiste en un espacio delimitado, o al menos acotado con alguna forma de barrera o señalización, en el que se ubican varias residencias (casas o departamentos), bajo ciertas reglas o normas de convivencia. Estos espacios pueden ubicarse en estructuras cerradas (edificios) o dispersas (casas), y comprenden espacios particulares, que corresponden a las residencias, y áreas comunes, como las vialidades y áreas de esparcimiento.

La población presente puede ser de residentes (propietarios o inquilinos), habituales (personal de servicio doméstico, servicios técnicos o servicios públicos como recolección de basura, correo), o esporádicos (visitantes y autoridades). Asimismo, la dinámica dentro del conjunto detenta un perfil predominantemente rutinario, con permanencia dentro de las residencias en ciertos horarios, así como en las áreas comunes y deambulación en las vialidades.

La normatividad de un conjunto habitacional se orienta a regular las condiciones de convivencia entre los residentes, el uso de las áreas y servicios comunes, así como de vialidades, y en ciertos casos el control de acceso al mismo. En este contexto, la Seguridad del conjunto habitacional está enfocada en mantener el clima de orden y tranquilidad, con dos objetivos básicos:

•    Control de acceso, es decir, gestionar las entradas y salidas de personas y bienes a la instalación.

•    Continuidad de la dinámica comunitaria, es decir que las actividades, tanto rutinarias como esporádicas, se desarrollen sin interrupciones ni interferencias, asegurando la observancia y cumplimiento de las normativas, y enfrentando, cuando sea necesario, las amenazas contra las personas y sus propiedades dentro de la instalación.

Para estos efectos, el personal de seguridad en estas instalaciones debe contemplar dos vertientes de atención, una genérica que se refiere a las amenazas o riesgos comunes que suelen provenir de agentes externos o internos (intrusos, agresores, etc.), y una particular, que se refiere al potencial de conflictos derivados de la propia dinámica dentro de la instalación.

FUENTE DE RIESGOS

El potencial de conflictos suele surgir, más que del quebrantamiento de estas normas, de los efectos de su incumplimiento tanto sobre la comunidad como en algún segmento de la población dentro del mismo, derivado, entre otras, de las siguientes situaciones:

•    Comunidad vs. privacidad. La fuente más frecuente de conflictos es el choque de los intereses comunitarios con la privacidad de los residentes, o bien de residentes entre sí. Esas discrepancias se derivan de la diversidad de personalidades, hábitos y costumbres, proyectados como efectos “ambientales” (sonidos, olores, acciones, objetos, etc.), los cuales, de alguna manera “invaden” áreas comunes o espacios de privacidad de otros residentes. Entre las causas más comunes de esta situación destacan aspectos subjetivos de interpretación de las normas (por lo regular en favor del interés particular de un residente), empatía interpersonal, visión de vida, etc. Asimismo, la misma población, en especial los residentes, bajo esta óptica de interpretación de la normatividad, abre espacios de oportunidad para agentes externos al facilitarles el acceso a la instalación, dando “la ocasión que hace al ladrón”.

•    Persistencia por la convivencia. Los conflictos dentro del conjunto, en especial entre residentes, suelen generar una secuela de resentimientos que no desaparecen con el tiempo, sino se amplían y distorsionan por la diaria convivencia entre las partes en conflicto, de tal suerte que pueden reactivarse por otras causas que, sin el conflicto previo, no generarían un mayor problema, pero que con los antecedentes, provocan una nueva confrontación.

•    Contaminación vecinal. Las secuelas de un conflicto dentro del conjunto no se limitan a las partes involucradas directamente, sino que se extienden a los círculos sociales de cada parte (amigos, conocidos, familiares o simpatizantes), que tienden a solidarizarse con su perspectiva parcial del evento, de tal manera que se crean visiones de animadversión entre segmentos de la población (el síndrome “Montescos contra Capuletos”). Y paradójicamente, con el tiempo se llega a olvidar la causa inicial de tales antagonismos.

De tal suerte que se puede proyectar como la fuente más probable de conflictos, y por ende de riesgos, dentro de un conjunto habitacional, a la propia población en todas sus modalidades.

En este contexto, es más probable que el personal de seguridad enfrente situaciones de conflicto interno que amenazas externas, de tal manera que, para un desempeño efectivo de sus responsabilidades, debe tener un conocimiento y preparación, además de aspectos genéricos como el conocimiento del terreno y de la normatividad, otros más especializados para este tipo de instalaciones, que comprenden, entre otros, reconocimiento visual de los residentes, y si es posible de los habituales, la dinámica comunitaria, y la identificación y ubicación de puntos y partes en conflicto entre la población.

Asimismo, la efectividad del personal de seguridad puede comprometerse por el trato frecuente con la población, que propicia relaciones de cercanía y empatía personal, que derivan en tratos preferenciales ajenos a sus funciones nominales (encargos, favores), o en intervenciones en conflictos, lo que se puede intensificar si las condiciones laborales del personal no son satisfactorias, así como por prácticas de extorsión por parte de la población, ejercidas bajo la premisa de “el que paga manda”, sobre todo de residentes, y más aún si detentan alguna forma de autoridad dentro de la comunidad.

Por ello, para procurar la efectividad del servicio de seguridad, es recomendable que el personal en estas instalaciones esté capacitado en el manejo de interacciones personales y mediación de conflictos, además de reducir la insatisfacción laboral y los espacios de oportunidad para las prácticas de extorsión de la población, por medio de acuerdos de responsabilidades y facultades de actuación, bajo la consigna general de “que no le pase nada” a las personas y bienes dentro de la instalación, aún en ausencia de sus propietarios.