Seguridad en América | Post

¿LA INSEGURIDAD ES LA CULPABLE?

Muchas veces la inconsciencia de nuestros valores y las formas congruentes de perseguirlos nos llevan a pensar y actuar de forma contraria a lo que profundamente deseamos en nuestra vida. Analizar, aceptar y redirigir son parte de nuestro proceso hacia un “darnos cuenta” y la congruencia con nuestros anhelos que son parte integrante de nuestro potencial infinito.

    No hace mucho tiempo, en una charla profunda con una cliente, me narraba su pena de cómo le dolía saber que su marido la había engañado con otra mujer. En su relato describía su relación como buena y estable, sin embargo, condenaba el haber “confiado en él” como la culpable de haber sido engañada: “Fui demasiado confiada”, decía ella, y tomaba como lección de vida: “No volver a confiar en ningún hombre”, pues la llevaría a sufrir la misma decepción.

    Reflexionando al respecto le cuestioné si realmente “la confianza” había sido la culpable de tal situación. A través de la charla repasó y recontó los hábitos de su relación, donde había demasiado trabajo, se ayudaban y apoyaban con los deberes de la casa, atendían las demandas de los niños, cumplían con los gastos mancomunadamente y, por separado, vivían sus días en una rapidez y saturación sin darse tiempo de alimentar su vínculo sentimental.

    ¿Realmente fue el abuso de confianza lo que llevó su marido a buscar otra relación? o ¿fue la ausencia de demostraciones de cariño y de convivencia conyugal las causas de su infidelidad? La respuesta final fue que la “confianza” no es la causa de su separación; no es el hecho de “confiar” lo que genera que sucedan actos que no nos gustan o no queremos.

    Sin embargo, a ella le fue difícil y le costó un rato darse cuenta de que la infidelidad había llegado a sus vidas por no haber compartido gustos, momentos familiares, diversión, amistades, momentos íntimos de pareja, omisión de amor. Que gran confusión. El pensar que la “confianza” es tan poderosa para proteger y salvar una relación, que no está equilibrada y soportada por otras virtudes.

    En el nombre del amor se permitió ignorar a su pareja, en el nombre del amor saturó su agenda de trabajo para ayudarlo con los gastos de la casa, en el nombre del amor compartió deberes y actividades que la alejaron de “dar amor”. Todo por amor, pero nada de amor.

    En conclusión, ella se concientizó de que en el nombre del “amor” se sacrificó acciones y valores, así como el que ella cometió faltas que la alejaron de ese mismo “amor” que buscaba en su pareja. Ella había participado en el alejamiento con su pareja en el nombre da la confianza, por supuesto, bajo la responsabilidad compartida.

    La pregunta poderosa que se hizo fue: “¿Por qué hice eso?”. Esa misma pregunta la llevó a darse cuenta de que no estaba poniendo atención en “darse cuenta” y de no hacer lo necesario para observar lo que siempre quiso y estuvo ahí: su relación amorosa.

CONSCIENCIA DE NUESTROS ACTOS

El tener consciencia de lo que queremos y de las múltiples acciones que se requieren para obtenerlo, es un ejercicio que ella, como muchos de nosotros, hemos decidido ignorar. Siempre decimos estar ocupados, tener mucho trabajo, no tener tiempo, tener la agenda llena de actividades que no están sustentadas por un sentido o un valor propio.

    Un gran porcentaje de la población mundial vive en un ritmo de vida tan dinámico que ha perdido de vista la consciencia de sus hábitos. Es decir, que no sabe realmente “por qué” y “para qué” actúa. El ser humano va, viene, trabaja, vende, duerme, se divierte, se droga, se distrae y continúa sin sentido ni dirección, llegando a culpar y a responsabilizar de sus penas y desagracias a diversos valores como la confianza, el amor, la paz, la seguridad.

    En el caso de mi interlocutor, había decidido adoptar la idea de responsabilizar del rompimiento de su matrimonio, al valor de la confianza, y con ello jamás volver a practicarla para nunca más ser lastimada.

    Si analizamos nuestras conversaciones y nuestros actos, nos daríamos cuenta de que, de la misma forma, estamos acostumbrados a defender el amor a través del odio; a expresar la tristeza a través del enojo, así como pelear por la paz a través de la guerra. Hacemos uso de nuestras costumbres familiares y de nuestros recursos tradicionales, no tan útiles en ciertas ocasiones, sin percatarnos de que vamos en sentido contrario a lo que individualmente anhelamos: toda una incongruencia.

    La seguridad es un tema que no se escapa en esta contradicción. Todos nos preguntamos por qué nuestro hermoso y querido México está, como está. Balazos, muertos, violencia, asaltos, e injusticias. ¿No será que de igual forma estamos dejando de sentir el amor, la confianza y la paz por temor a sentirnos inseguros? Estamos perdiendo de vista que nuestras acciones nos alejan de generar vínculos, paz y seguridad en nuestro hogar, nuestra colonia, nuestra comunidad, ciudad y país.

    ¿Qué tal si consideramos que la inseguridad que vivimos se debe a que hemos dejado de convivir, de confiar y generar paz en el nombre de la seguridad?

•    Ya no salimos porque es peligroso.

•    Ya no confiamos porque “abusan”.

•    Ya no ofrecemos porque “se toman el pie”.

•    Ya no saludamos porque nos da pena.

•    Ya no vemos a los ojos porque nos sentimos invadidos.

•    Ya no ayudamos por temor a vernos expuestos.

    ¿No será que hemos perdido de vista lo que omitimos hacer y lo que mal hacemos en nombre de lo que queremos? ¿Estamos ejerciendo nuestras facultades de ser conscientes, libres y responsables? Definitivamente estamos viviendo un momento de crisis. Nos estamos “dejando llevar” por una corriente turbulenta, donde no sabemos ni de dónde surgimos ni para dónde nos dirigimos.

    Justamente el “dejarse llevar” es la frase de moda, el cual implica hacer, decir, comprar, etcétera, lo que nos dicen los demás, sin cuestionar si es constructivo o destructivo para nuestra elección de vida. Sócrates, un hombre que vivió en el siglo V a.C. afirmaba que: “La vida que se vive sin consciencia no vale la pena vivirla, ya que es esencial que pensemos por nosotros mismos y constantemente reflexionemos sobre lo que hace valiosas nuestras vidas, de otro modo nos arriesgamos a vivir según los valores que otros nos imponen”.

    Invito a la comunidad lectora a observar severamente sus acciones. Encontrar las incongruencias y corregirlas, direccionándolas a sus cinco valores más sublimes. Entendiendo como valores sublimes a aquellos motivadores que te llevan a ser mejor persona: honorabilidad, honestidad, bondad, responsabilidad, amor, sentido del humor, confianza, cooperación, y todos aquellos valores que cada uno elija.

    Si el sentido primordial de nuestro trabajo es la seguridad, dirijo estas preguntas para generar consciencia en nuestra coherencia conforme a lo que pronunciamos como reglas de seguridad y nuestro estilo de vida:

•    ¿Tu trabajo y vida cotidiana es congruente con la seguridad?

•    ¿Eres consciente de tus privilegios?

•    ¿Eres generoso/a?

•    ¿Tu lenguaje genera respeto, justicia y seguridad?

•    ¿Eres confiable?

•    ¿Quién te rodea es confiable?

•    ¿Sueñas, hablas, piensas y actúas con la paz?

•    ¿Qué no has visto en tus acciones?

    ¡No culpemos a la inseguridad! Con este artículo busco generar consciencia del mal hábito que se tiene al sacrificar las buenas acciones y valores considerando que son la causa de los malos resultados que tenemos en nuestra comunidad.

    El proceso de generar confianza, responsabilidad y congruencia es largo y parte de la vida. Los errores y las experiencias desagradables nos dejan aprendizajes y nos marcan pautas de elección diferentes. ¿Que recomiendo hacer?

•    Poner atención.

•    Elegir.

•    Redirigir.

    Hacernos conscientes de lo que se sueña se puede generar desde lo que se piensa y se habla con responsabilidad sin sacrificar valores útiles para nuestra comunidad.

    La consciencia en valores se vuelve una gran herramienta en cuestión de la educación en seguridad. La persona se hace responsable de sus elecciones y de sus acciones. Es así como puede realmente elegir si romper con las reglas o seguirlas, encontrarle el sentido de por qué seguirlas y el por qué buscarlas. Obteniendo responsabilidad y confianza en sí mismo y sus elecciones. No omitamos la paz.