EL APEGO PATOLÓGICO PROCLIVE A CONDUCTAS ANTISOCIALES
INTRODUCCIÓN
Edward John Mostyn Bowlby nació el 26 de febrero de 1907 en Londres, del antiguo Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, y falleció el 02 de septiembre de 1990 en Reino Unido. Es reconocido por la creación de la Teoría del vínculo o del apego, de su nombre en inglés: Attachment theory. En su concepto, “apego” significa una necesidad a mantener cercanía y contacto (lazo de afecto) con una imagen protectora, denominada “figura de apego”, presente en todos los individuos, con variaciones de acuerdo a la edad (Ortíz y Marrone, 2002).
DESVIACIONES EN LOS CUIDADOS MATERNOS
Marchiori explica: “Cuando el niño carece de una relación cálida y constante sufre de una privación que él denomina privación materno-afectiva. Distingue privación total, la cual es frecuente en instituciones, guarderías y hospitales, donde los niños no cuentan con una persona que los cuida en forma individual y con la cual pueden sentirse seguros. Las privaciones parciales aun cuando viva en su hogar, la madre es incapaz de proporcionar el cuidado afectivo” (2011, p. 140).
Sobre lo anterior, los celos son causantes de muchas patologías durante la vida, si se observa que desde la infancia las figuras son aisladas, en la adultez, serán personas celosas e inseguras, que perciban casi cualquier cosa como poco tangible, un trabajo, una calificación, ingreso a algún lugar, una aceptación, una respuesta prolongada, hacía una pareja, etcétera, son percibidos con perspicacia debido a lo disfuncional que fue la relación afectiva durante la niñez (Ortíz y Marrone, 2001). Posiblemente así se puedan explicar también las relaciones intensas y hipercelosas (Muñoz y Sánchez, 2006), en la búsqueda de aquella figura ausente y que tienen miedo a perderla o que se ausente. Bowlby concluyó que es esencial una relación cálida y continua con una figura materna para un desarrollo saludable de la personalidad (Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
INSTITUCIONALIZACIÓN
Los niños pequeños sometidos a una residencia prolongada en ambientes institucionales pobres, desarrollan déficit y patologías intelectuales y de personalidad. Las funciones motoras prontas que más dependen de la maduración parecen ser las menos afectadas; las funciones perceptivo-cognitivas y de lenguaje parecen ser las más vulnerables (Ortíz y Marrone, 2001). Las manifestaciones de retraso intelectual y lenguaje se muestran en una época muy temprana de la infancia y se intensifican con la institucionalización continuada (Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
Asimismo los niños pequeños que han crecido en instituciones dejan a menudo de desarrollar pautas normales de respuesta social: tienden a convertirse en aislados e indiferentes (Medina Alva, Kahn, Muñoz Huerta, Leyva Sánchhez, Calixto y Vega Sánchez, 2015). Estas desviaciones precoces de la conducta personal social son consideradas precursoras de desviaciones posteriores de la personalidad caracterizadas por escaso dominio de los impulsos, falta de sentimientos adecuados de culpabilidad después de una conducta agresiva y destructiva y una incapacidad de establecer relaciones interpersonales estrechas y significativas (Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
Al analizar el impacto del cuidado institucional deben considerarse variables como las siguientes: la cantidad, calidad y variedad de estimulación sensorial y perceptual proporcionada por los cuidadores, la cantidad de oportunidades para adquirir y practicar las aptitudes, el momento y lo adecuado de las respuestas del cuidador a la conducta del niño, el grado de continuidad de los cuidados proporcionados por una figura maternal, la calidad del intercambio afectivo con la madre sustituta, la edad del niño en el momento de la institucionalización y la duración del cuidado institucional. Parece haber una relación directa entre la importancia del retraso intelectual y lenguaje y el grado de estimulación sensorial y verbal flotante en el ambiente institucional (Ortíz y Marrone, 2001).
FUNCIÓN MATERNA MÚLTIPLE
La multiplicidad de cuidadores tiende a crear un ambiente impredecible para el niño pequeño; es decir, tiene oportunidades limitadas para desarrollar expectativas constantes hacia una persona. Además, no es probable que los cuidadores adapten su trato a las características peculiares del niño, limitando así los tipos de interacciones recíprocas que son básicas para que se desarrollen relaciones interpersonales significativas y pautas normales de identificación (Muñoz y Sánchez, 2006). La importancia materna no siempre se asocia a depravaciones graves o a interrupciones traumáticas en los cuidados. La presencia de más de una figura maternal puede asociarse a una estimulación más variada (Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
SEPARACIÓN MATERNA
Una interrupción en la continuidad de la relación con una figura materna es una experiencia turbadora para los niños, tal como lo manifiesta su conducta en el momento de la separación e inmediatamente después. Al principio, los niños separados tienden a manifestar una protesta abierta y activa buscando contacto humano en un intento aparente de encontrar una madre sustituta. Esta conducta, llamada de “hambre de afecto” se sigue habitualmente de un rechazo activo de las personas. Finalmente, el niño se aísla de su ambiente y manifiesta una conducta deprimida. En niños situados en ambientes interpersonales sin un cuidado maternal sustitutivo adecuado se produce una depresión cada vez más grave (Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
Las implicaciones de las experiencias de separación para el desarrollo posterior de la personalidad dependen de varios factores: de la separación temporal o permanente, de la duración de una separación temporal, del contexto total de las experiencias vitales del niño, del número y carácter de las experiencias previas de separación. No es probable que las experiencias temporales de separación breves tengan efectos permanentes graves, pero pueden desarrollarse trastornos de personalidad graves en niño que han sido sometidos a separaciones repetidas asociadas a otras experiencias traumáticas (Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
RELACIÓN MADRE-HIJO PATOLÓGICA
El rechazo, la contrariedad y ambivalencia de la madre hacia su hijo están a menudo arraigados en trastornos de personalidad. Bowlby llegó a la conclusión de que existe un alto grado de correlación entre problemas emocionales en la infancia y la ausencia completa de un objeto materno o la falta de uno que permita un ejercicio suficiente de las respuestas de unión y proximidad del niño (Rosas Mundaca, Galardo Rayo y Díaz Angulo, 2000; Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
Bowlby observó que los delincuentes jóvenes presentan un suceso de la pérdida pronta de uno de los padres, también señaló que los niños pueden sufrir otras pérdidas importantes, como el rechazo o el abandono. Además concluyó que la separación pronta tenía efectos persistentes e irreversibles sobre la personalidad e inteligencia (Ortíz y Marrone, 2001).
AUSENCIA DEL PADRE
Dentro de las diversas figuras de apego que el individuo va acumulando en su historia de vida como lo son los amigos, hermano, parejas, etcétera, destaca por su posición y cercanía familiar la figura del padre como una imagen protectora que al igual que la madre, supuestamente, acompañará a su hijo en el desarrollo. Ahora bien el siguiente análisis, está enfocado precisamente a la ausencia del padre en la constitución familiar, lo que se da a grandes rasgos por una serie de situaciones (Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
MADRES SOLTERAS
Hoy en día la dinámica familiar que se desarrolla en estos casos es muy común y a la vez bastante compleja, pues la madre, por un lado debe realizar su rol de madre y padre, tanto en lo afectivo como en lo de sustentador, debe trabajar para mantener a su familia y por su desarrollo personal, social y profesional.
La figura de apego central y primordial es la madre, pues es la persona que vive con el niño, lo protege y entrega cariño y confianza. Por esta razón, surge y se desarrolla un estrecho vínculo y lazo afectivo al interior de la dualidad madre/hijo. El niño en este caso encuentra la protección y socialización primera en la figura materna, por lo que es posible que la relación se fortalezca bastante, creando incluso una fuerte dependencia entre ambos (Ortíz y Marrone, 2001).
En estos casos es bastante probable que emerjan otras figuras de apego para reemplazar al padre ausente como lo son principalmente los abuelos maternos en los cuales el niño encuentra, especialmente en el abuelo, una figura masculina que pasa a reemplazar la ausencia del padre. De este modo es altamente probable que ésta nueva figura sea de gran relevancia para el desarrollo posterior del menor, pues el niño podrá encontrar en su tío, abuelo u otro, el cariño, protección y socialización de parte de una nueva figura complementaria a la de la madre (Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
En esta dinámica familiar es importante que la madre se conforme como una figura central de apego y que a la vez sea una madre apropiada, para así poder fomentar el comportamiento autónomo posterior. Aun así es importante mencionar que el niño siempre va a tener un miedo a la separación, una angustia de alejamiento que se verá proyectada principalmente hacia la figura materna, pues al ser esta la primordial de protección el niño, temerá perderla pues quedará desvalido (Rosas Mundaca, Galardo Rayo y Díaz Angulo, 2000).
Por esta razón es fundamental realizar un apego seguro (Ortíz y Marrone, 2001), pues de lo contrario el niño puede desarrollar problemas de afectividad en lo que hace referencia a la relación con otros, ansiedad y socialización.
SEPARACIÓN O DIVORCIO
En estos casos la ausencia del padre provoca en el niño una fuerte ansiedad de separación, pues pierde a una de sus figuras de apego centrales. Esto, entendiendo que antes de la separación, el niño encontraba la protección y cariño en ambas personas presentes, lo que al alejarse el padre de la dinámica familiar deja un vacío en el niño (Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
Por esta razón las crisis matrimoniales producen una angustia de separación en el niño sobretodo si este proceso es mal manejado. Las consecuencias que puede tener, aparte de la angustia de separación, es un posible apego inseguro, ya que el niño puede percibir una carencia de amor e incluso una ambigüedad en el discurso de los padres (Vaidés Cuervo, Martínez, Urías Murrieta, Ibarra Vázquez, 2011; Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
En este aspecto el niño puede caer en un modelo de cuidado compulsivo, pasando a convertirse en el hombre de la familia, preocupándose en las necesidades del otro y cuidando a su madre (Ortíz y Marrone, 2002), especialmente si esta tiene un carácter depresivo, y a los posibles hermanos menores. De este modo el niño tiende a cumplir la función de protección.
AUSENCIA DEL PADRE POR DEFUNCIÓN
Es sabido que cualquier pérdida al interior de la familia produce una serie de perturbaciones en la dinámica familiar y en las relaciones que se producen al interior de esta. El fallecimiento del padre conlleva la pérdida definitiva de una importante figura de apego para el niño por lo que se hace primordial que este viva el proceso de duelo que le significa la pérdida de un ser querido, lo que le provocará entre otras cosas, angustia (Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
Además se hace fundamental en este caso, que la figura materna le demuestre al niño cariño, comprensión y apego incondicional, pues al perder la figura del padre el niño se sentirá más desprotegido que cuando contaba con sus dos progenitores (Rosas Mundaca, Galardo Rayo y Díaz Angulo, 2000).
La madre debe transformar su dinámica familiar pues tendrá que pasar a cumplir además de su rol de madre, de padre en lo que a nivel afectivo y además de convertirse en la sostenedora de la familia. Es importante que en este periodo de pérdida se fortalezca el lazo de apego existente entre madre y hijo, con la finalidad de que el niño se sienta seguro y desarrolle la confianza en su madre (Ortíz y Marrone, 2002).
CARENCIA DE LA RELACIÓN CON EL PADRE
Dentro de este aspecto se pueden mencionar las enfermedades y hospitalizaciones, motivos laborales, encarcelamiento u otros similares. Todos estos temas tienen en común el alejamiento del padre del núcleo familiar lo que producirá una ansiedad de separación en el niño, que debe alejarse de su padre, que es una figura importante para su desarrollo. Al igual que en los casos anteriores es importante que el niño no se sienta desprotegido ante el alejamiento temporal de su padre y que en ese transcurso de tiempo logre encontrar en su madre. Una madre apropiada que le proporcione atención, cariño y seguridad, para que de este modo se pueda suplir temporalmente la ausencia afectiva que le produce al niño el alejamiento del padre (Freedman, Kaplan y Sadock, 1979).
Bowlby realizó observaciones a jóvenes quienes habían sufrido privación materna en edades tempranas, mostrando la existencia de síntomas de conductas agresivas, incapacidad de afecto y sentimientos de culpa, dificultades en establecer relaciones (Muñoz y Sánchez, 2006).